en ese promontorio
elevado
paso a paso
siendo alcanzado
en el que las
rocas fueron apiladas
por manos de
seres que llevaban
su peso y su
íntimo sustento
al lugar que
llevamos dentro
entre paisajes
lejanos
en los que nos
olvidamos
y así nos
encontramos
por los bosques y
claros
entre las
estrellas
que llevamos
al cintilar
al alumbrar
como seres
humanos
inspirados
por así llegar
a ese lugar
donde desde el
monte
se pueda
contemplar
una luz encendida
en el campo caída
o dejada estar
plantada
por quién llegaba
o por quien seguía
hasta volver a
ver
ese mar de amar
en el que los
reflejos
del sol poniente
y los suaves
sonidos
de la luna
naciente
coincidían
entre las olas
que nos rodeaban
las luces
que nos guiaban
y los que
con nosotros
seguían
hasta donde esta
tierra
se decía que
terminaba
y la llama que se
llevaba
se encendía
sobre la ropa
raída
entre la desnudez
del nuevo día
y de lo tanto
que dentro
se llevaba
la estrella
allí proseguía
como barca
en el pecho
anclada
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